Un 'ordenador viviente' Y es que los transistores de estos chips consumen mucha energía y, a medida que aumentan aplicaciones como el desarrollo de modelos de inteligencia artificial (IA), el impacto de estas ineficiencias también se vuelve más evidente. Por poner un ejemplo, entrenar el famoso modelo de lenguaje grande GPT-3 consumió únicamente en sus primeros días hasta 10 Gigawatios de energía, 6.000 veces más que una ciudad europea media en un año entero. La startup ha puesto a disposición de los investigadores esta plataforma para que los científicos lleven a cabo experimentos con neuronas biológicas. Neuroplatform utiliza 16 organoides del cerebro humano que funcionan como bioprocesadores; es decir, las versiones miniaturizadas de órganos humanos cultivadas en laboratorio se hacen cargo de tareas computacionales tradicionalmente manejadas por chips de silicio. Los usuarios pueden interactuar con el hardware mediante una interfaz gráfica de usuario (GUI) o mediante scripts de Python. ¿Cómo funciona? Si bien el concepto se parece mucho a cómo se utilizan las redes neuronales artificiales (RNA) en la informática actual, es necesario desarrollar nuevos métodos para estos sistemas biológicos. La información se transmite de un lado a otro a través de convertidores analógicos digitales (controlador Intan RHS 32) que funcionan a una frecuencia de muestreo de 30 kHz y una resolución de 16 bits. ¿Cómo 'viven' estos organoides? Gracias a un sistema de soporte vital de microfluidos para los MEA. El sistema de microfluidos de circuito cerrado para sostener organoides es algo análogo a los sistemas de enfriamiento de los procesadores tradicionales. Las cámaras monitorean el funcionamiento general del sistema. Además, un paquete de software permite a los investigadores ingresar varios parámetros de datos, así como leer e interpretar la salida del procesador de manera efectiva. Finalmente, la plataforma utiliza sistemas de jaulas controlados por luz ultravioleta para liberar moléculas con una longitud de onda de luz específica que rompe las jaulas moleculares cuando contienen una molécula neuroactiva. ¿Funcionará para siempre? No. La parte viva de su configuración informática también viene adosada con la consecuencia de que, en algún momento, el bioprocesador morirá y dejará de funcionar, tal y como detallan en su estudio publicado en la revista Frontiers in Artificial Intelligence los autores. Final Spark garantiza que los organoides vivan 100 días, por el momento (recordemos que un chip de silicio puede durar años o incluso décadas). Por el momento, la plataforma solo está disponible para usuarios institucionales con fines de investigación y desarrollo a un precio de 500 dólares por usuario por mes de uso. Ya hay tres decenas de universidades interesadas en el acceso a la Neuroplataforma y la compañía pretende ser pionera en el primer procesador vivo del mundo. Se abre una nueva frontera en cuanto a capacidad informática se refiere.
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